Producción • Sostenibilidad

Producción de carne y conservación de la biodiversidad: ¿Son mutuamente excluyentes?

Las exigencias internacionales, como la de producir carne sin deforestación, sumado a una mayor conciencia ambiental por parte de los consumidores, lleva a los productores y funcionarios a implementar estrategias que permitan compatibilizar la actividad económica con la protección de especies en peligro de extinción.

  • 03/07/2025 • 09:00
Fotos: Banco de imágenes / Hanne Stabursvik

Por: Lic. Diego Lilienfeld, biólogo y responsable del departamento de los primates, y Dra Hanne Stabursvik, médica veterinaria y curadora en el Jardín Zoológico Jai Park, Kiryat Motzkin, Israel.

 

Mientras el mundo enfrenta una pérdida catastrófica de biodiversidad, muchos países experimentan una creciente necesidad de producción de alimentos, tanto para garantizar la seguridad alimentaria nacional como por su importancia estratégica para la economía. La necesidad de frenar la pérdida de biodiversidad entra así en conflicto con los intereses económicos y de seguridad alimentaria de las naciones.

En resumen, este conflicto tiene su raíz en que los esfuerzos de conservación tradicionalmente han sido impuestos, sin consensos con las partes afectadas. A menudo, se declara un área geográfica como protegida sin realizar los estudios de impacto necesarios. Un efecto frecuente citado por los propietarios de tierras es la pérdida del control sobre su propiedad. En muchos casos, se trata de personas con recursos limitados, cuya actividad económica en su propia tierra es fundamental para la subsistencia familiar. Otro efecto común es la declaración de ciertos depredadores como especies en peligro de extinción, sin acompañarse de medidas que compensen las pérdidas económicas que sufren los productores ganaderos en zonas donde habitan estos animales. En consecuencia, las políticas de conservación imponen pérdidas reales de derechos constitucionales y pérdidas económicas que rara vez son compensadas de manera adecuada.

Argentina es uno de los mayores productores de alimentos del mundo, y una parte significativa de su PBI depende de un sector agropecuario sólido. Al mismo tiempo, Argentina cuenta con una biodiversidad extraordinaria, desde las estepas de la Patagonia hasta las selvas de Misiones, lo que la convierte en un destino turístico muy atractivo a nivel global. Una gran parte de los turistas vienen a disfrutar de la majestuosidad natural y la diversidad biológica del país, muchas veces mientras saborean un buen bife o una pierna de cordero. El sector agropecuario representa una parte considerable del PBI nacional, y el sector cárnico genera 5 de cada 100 empleos (Mecon 2025). En comparación, el turismo representó aproximadamente el 11% de los empleos en 2022 y aportó alrededor del 1,7% al PBI.

Desde una perspectiva macroeconómica, parecería que la carrera por frenar la pérdida de biodiversidad ni siquiera ha comenzado. Mientras Argentina hace grandes esfuerzos por fortalecer aún más su sector agropecuario, los acuerdos internacionales y tratados comerciales ejercen una presión cada vez mayor sobre esta expansión. Así como en su momento el bienestar animal se volvió una exigencia clave para los productores argentinos, hoy en día se requiere certificación de que la carne se produce sin deforestación para poder acceder a mercados lucrativos como la Unión Europea.

Para ilustrar esto, podemos mirar más de cerca la provincia de Misiones que alberga el 52% de toda la biodiversidad de Argentina. También conserva la mayor proporción de selva atlántica continua. Es uno de los destinos turísticos más importantes del mundo gracias a las Cataratas del Iguazú, Patrimonio Mundial de la UNESCO. Esta distinción impone compromisos internacionales a la provincia y ha sido clave para que innove en modelos sostenibles de conservación, como lo demuestra un nuevo proyecto piloto que busca compensar a quienes sufren pérdidas económicas debido a ataques de jaguares. El jaguar está en peligro de extinción y figura en la lista roja de la UICN. Ya en 1988, Misiones lo declaró monumento natural, y en 2001 fue reconocido como monumento nacional.

En contraste con este fuerte enfoque en la conservación, Misiones también tiene una producción ganadera creciente. ¿Cómo es posible que ambas actividades coexistan en una zona considerada protegida según convenciones internacionales?

Biodiversidad y producción ganadera: ¿una disyuntiva o una oportunidad de integración?

No es lo mismo implementar políticas de conservación en zonas “rojas” como Misiones, que hacerlo en lugares como Buenos Aires. Esto se debe principalmente a que los biomas involucrados son muy distintos, y el impacto de la ganadería puede variar considerablemente. La pampa es un bioma extremadamente resiliente, con un suelo profundo y fértil. Históricamente, la producción ganadera en esta región ha sido extensiva, con escasa necesidad de deforestación para el pastoreo. Dejamos de lado aquí la discusión sobre la soja y otros monocultivos. La pérdida de especies como el venado de las pampas se debe más a la sobreexplotación que a la destrucción de su hábitat.

En zonas vulnerables como Misiones, Corrientes o Chaco, la deforestación tiene consecuencias mucho más dramáticas. El suelo en las selvas tropicales es delgado y frágil. La introducción de pastos para el ganado no solo representa un problema de especies invasoras, sino que también altera la dinámica del fuego. A diferencia de los pastizales, donde el fuego favorece la renovación, en las selvas los incendios pueden causar daños irreversibles. Un incendio forestal puede destruir hábitats críticos y afectar gravemente la supervivencia de especies en peligro de extinción. La recuperación del suelo puede tomar años.

¿Qué herramientas existen para evitar este deterioro? Como en casi todos los casos, el conocimiento profundo del área en cuestión es fundamental. Se necesita entender dónde están los cuellos de botella, cuáles son las prioridades de conservación, y cuáles son las principales amenazas en las zonas rojas. Una vez logrado esto, y con una comprensión detallada tanto de las actividades económicas existentes como del ciclo vital de las especies protegidas, es posible implementar medidas precisas y eficaces.

Por ejemplo, imaginemos a un pequeño productor en Misiones cuya parcela se encuentra en una zona con presencia de especies en peligro de extinción. La economía familiar depende de que se respeten sus derechos de propiedad y de poder realizar una actividad económica sostenible. Las estrategias de conservación tradicionales suelen imponer restricciones unilaterales. En lugar de eso, una vez que se recolecta la información necesaria, se pueden explorar soluciones más equilibradas.

En algunos casos, puede ser más viable comprar la propiedad e integrarla a un parque nacional. Pero también es posible aplicar modelos de producción diversificada. Si no es factible adquirir la tierra, se puede fomentar una economía mixta que incluya algo de ganadería, cultivo de frutas, apicultura, turismo rural, silvicultura, piscicultura, y acceso a mercados diferenciados como hoteles y restaurantes que compren productos orgánicos locales.

También se pueden fomentar asociaciones de productores para alcanzar una escala mayor en la producción de carne. Con mejoras genéticas y bienestar animal, se pueden criar animales más resistentes y productivos, integrados a sistemas moderados de feed-lot con tecnología para captar y reutilizar los efluentes como biogás para energía eléctrica o combustible agrícola. Aunque estos sistemas pueden tener impactos negativos en el bienestar animal, con protocolos adecuados estos riesgos son manejables. Los feed-lots bien gestionados permiten maximizar el uso de terrenos limitados y evitar la deforestación en zonas donde las consecuencias ambientales serían irreversibles.

Hemos visto que es posible compatibilizar la ganadería con la conservación de la biodiversidad. Con estrategias adecuadas y conocimiento local, se puede producir carne de alta calidad y, al mismo tiempo, proteger especies en peligro en biomasas frágiles como la selva atlántica.