Según muestran las estadísticas 2022, la Argentina es uno de los países con mayor consumo de proteínas de origen animal con 118 kg per cápita por año. Ese total se desagrega de esta forma: carne vacuna 47,2 kg, carne de ave 46,0, carne porcina 16,6 kg, pescado 5 kg y otras. Se observa una ignificativa caída de la participación de la carne vacuna y avance de las carnes de aves y de cerdos, esta última dejó de ser exclusivamente de consumo indirecto a través de fiambres y embutidos para tener una participación importante como demanda fresco. La tendencia continúa con firme acentuación de las participaciones. Un actor fundamental es el consumidor. El “ama de casa” no sólo compra por gusto sino, preferentemente, por precio. Por esa razón, la generación de nuevas políticas públicas para las carnes debe tener en cuenta estas consideraciones y siempre propender a que haya más oferta. Alentar un consumo, por ejemplo de carne vacuna cuando su precio relativo es más alto atenta al bolsillo del comprador y corre riesgo de resultar en un fracaso. El consumo total de carnes puede definirse por el consumo parcial de carnes de las diferentes especies animales. Es decir, carne vacuna + carne aviar + carne porcina + carne ovina + otras. El consumo de cada carne se integrado por su consumo propio + el consumo de sustitución. El consumo propio está relacionado con la preferencia, disponibilidad en el mercado, tradición de uso, precio, etc. La sustitución, vincula a todas las carnes a través de los precios relativos, presencia en el mercado, estación del año, fechas festivas y otras (sequías, inundaciones, enfermedades, reglamentaciones, limitaciones, promociones).  El destino de la producción puede ser el mercado interno y/o la exportación. Los stocks disponibles se incrementan con importaciones. Para la carne vacuna, es fundamental el acceso libre al mercado interno y también a la exportación. El exceso de producción que no puede volcarse en el ámbito local, necesita imprescindiblemente de su venta en el exterior. Una ecuación aproximada del 70% para el mercado interno y un 30% para el externo parece ser hoy la mejor fórmula para toda la cadena vacuna.  Carne de aves y de porcinos argentinas fundamentalmente se destinan al mercado interno. El crecimiento mundial de estas carnes induce a una mayor producción local en cada país para su abastecimiento interno (importan materias primas alimenticias). El avance en las últimas décadas de ambas producciones se debe fundamentalmente a la posibilidad de aplicar tecnologías que la hacen más competitivas, con costos de producción relativos más bajos. Tampoco hay que descartar la tendencia a la incorporación de productos vegetarianos. Si las fuerzas de producción no tienen ninguna intromisión se debería gestar una mayor producción de aves y cerdos (más eficientes en la transformación de alimentos, menor tiempo para su ciclo productivo, producción continua durante todo el año, aprovechamiento de recursos regionales para abastecer poblaciones cercanas, y además más baratas para el consumidor).  La Argentina, al incorporar masivamente la agricultura continua (eliminando rotaciones ganaderas) perdió versatilidad en ambos frentes, el agrícola y el ganadero. La producción a pasto es la más costo /beneficio efectiva en aquellos países donde no se subsidia la producción de granos. Para nuestro país volver a esquemas pastoriles en carne y leche mejoraría la competitividad de la cadena de carne bovina. Por el contrario, la carne producida a corral no ofrece ninguna ventaja competitiva respecto a nuestros competidores que solo ofrecen ese tipo de carne (USA, Australia y UE). La inusual sequía, desnudó un sistema productivo de altos insumos y con una única matriz de producción. Los esquemas de agricultura continua no ofrecen alternativas ganaderas ante una sequía cómo la que pasamos (cultivos perdidos que no se pudieron aprovechar). Sin la generalización del uso de cultivos de cobertura o acompañamiento, rotación de cultivos, empleo de ciclos agricultura-ganadería, la problemática climática (sequías o inundaciones) puede poner en peligro a un sector que es generador de riquezas y principal exportador de la Argentina. Es un buen momento para replantear una vuelta a esquemas de rotación agrícola ganadera. Los sistemas productivos influyen en la oferta y consumo de sus productos. Fuente: CADIA